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lunes, 13 de febrero de 2012

Teselas (VI): Epitafio sinóptico



 Manifiesto de desidia
1) De repente, tomamos conciencia de que estamos vivos -e indefensos;- 2) miramos a nuestro alrededor -a la Historia, al Arte, a la Literatura- y observamos que el hombre ha sufrido más que gozado durante su existencia, tanto individual como colectivamente; 3) si nos miramos a nosotros mismos, vemos que nuestras vidas no desmienten esa experiencia de la Humanidad; 4) la causa principal de ese dolor es el reconocimiento de la muerte; 5) porque estamos atrapados por el instinto de supervivencia, que implica el ansia de inmortalidad injerto en el nacimiento y nos impide amordazar nuestro dolor o nuestro tedio en el suicidio, la eutanasia, la muerte anticipada, amputados por aquel; 6) se defiende el hombre con el instrumento que lo define, la razón, buscando el fundamento y encadenamiento lógico de los hechos para comprender su causalidad y exorcizar el sufrimiento mediante la comprensión, la templanza, la voluntad; pero el ejercicio de la racionalidad solo engendra escepticismos, pues deviene verdades sincrónicas que se convierten en mentiras diacrónicas; 7) ¿Qué puede hacer el hombre ante semejante destino sino sobreponerse, consolarse, abrazarse a la irracionalidad -a la fe, la utopía-, puesto que la racionalidad no le da soluciones, recurrir a la creencia en otras vidas, otros seres piadosos que creen un resarcimiento paradisíaco en la trasmuerte, crear el carpe diem, embrutecerse hasta el olvido de su horror, pretender perpetuarse de algún modo?; 8) nacen así las religiones, los dioses, las iglesias, los diablos, las ansias, los temores, el debate interior, el monólogo dialogante entre el que se es y el que se quiere ser, el santo, el asesino, la bifronte esperanza de la desesperación, la búsqueda de la verdadera identidad; 9) de entre todos los refugios a que acude el espíritu en esa selva ninguno le concede tanta calma como la autoconfesión, la autobiografía síquica, el repaso de los sueños y las frustraciones, la prolongación de sí mismo en este mundo que habrá de abandonar, su injerto entre las cosas y los seres, el hallazgo de belleza, única paz ante la podredumbre, la búsqueda del íntimo lugar del regocijo; 10) el arte -la escritura, la poesía principalmente- se constituye en sucesión de sí mismo porque supone creación de vida propia y de solidaridad con quienes nos sucedan en el existir. XI) Mas tampoco nos salva la escritura.