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viernes, 31 de mayo de 2013

Un poema de Luisa Pastor (Antología, CXXXVII. Segunda Serie)


Clara Wieck: Romanza


la habitación de Emily

hay algo más tranquilo aún que el sueño
en esta habitación de dentro
Emily Dickinson

 



hoy he decidido quedarme en casa
es confortable mi estrecha habitación

desde la ventana que da al jardín
veo el árbol centenario
de tronco recio    imposible de abrazar

los niños del vecindario
jugaban a hacer la prueba
abrían mucho los brazos
y resoplaban de impotencia
en pleno ejercicio de la diversión

yo no      prefería observar
imaginarme siendo parte del juego
desde lejos    como una criatura más
de esa algarabía    “no puedo”
decían entre risas
y volaban en griterío hacia otra aventura
yo no      yo me quedaba      siempre me quedaba
en silencio     con mi canastilla de hierbabuena
en el regazo
me daba pena esa soledad inmensa
en que dejaban al árbol
luego entraba en la casa blanca
subía con cuidado los peldaños de la escalera
tratando de hacerlos chirriar
como en un cuento de terror
y de nuevo me hallaba
echada sobre el escritorio

desde fuera muchos se habían acostumbrado ya
a mi silueta insinuada tras el cristal      estática
con mis cuadernos    mis libros     mis papeles

“debe de ser la habitación de la chica rara
esa que no juega    que no habla
dicen que se pasa el día leyendo    sola
hay que estar chalada”

pero eso yo no lo oía    únicamente lo adivinaba
quizá nadie me prestara siquiera
la más mínima atención
y haya sido toda yo transparente
una huella de indolencia
cuya pista    jamás     nadie     en absoluto    siguió

yo    en cambio
reparaba en todo
los indicios estaban en cualquier parte
los recuerdos en cada detalle

un cielo más azul de lo normal
un crespón en la puerta
un pájaro caído
una página arrancada
un geranio marchito
se me representaban como habitual interlocutor

entonces me apretaba fuertemente las manos
y le preguntaba a mi corazón
cómo era capaz de soportarlo

ahí sentada    con mi lámpara de noche
encendida a plena luz del día
sobrevolando la inmensa copa del árbol viejo y desnudo
me sorprendía yo
al llegar a mi habitación
esperando paciente la celebración de la hora de plomo
el milagro de una pequeña obra irreparable

“dejad que piense     sí    estoy segura
de que eso era todo”

E. D.
                                                                Luisa Pastor



jueves, 30 de mayo de 2013

Del autor al lector


Yo soy yo; tú solo mi circunstancia.

(Anecdotario: 
Estaba Oniria hablando sobre arte y poesía. Un asistente, tras confesar que era su devoto lector, le preguntó qué frase de algún famoso le gustaría hacer suya. Oniria, deteniendo la estocada del injurioso estuprador de originalidades, díjole sin que se estremeciera su belleza: Yo soy yo; tú eres solo mi circunstancia). 



Aventuras poéticas (XIX): EX LIBRIS

Llega Ex Libris 13

Con poemas nuevos (o seminuevos) de Antonio Gracia, Fernando Beltrán, Tomás Sánchez Santiago, Juan Vicente Piqueras, José Saborit, Jesús Aguado, Ricardo Virtanen, Eva Chinchilla, Ana Merino, Julieta Valero, Pablo García Casado, Antonio Praena, Joaquín Juan Penalva, Josep M. Rodríguez, Sandra Santana, Álex Chico, Connie Marchante Sáez, Ben Clark, Martha Asunción Alonso, Laura Casielles, Demetrio Fernández, Jaime Martínez, Antonio Moreno, Pilar Blanco, Jesús Bernal, Tina Pastor, Alicia García Núñez, Ramón Bascuñana, Silvestre Vilaplana, Francisco Pastor y Luis Bagué.
Con una entrevista a Almudena Guzmán.
Y con una completa batería de reseñas.

miércoles, 29 de mayo de 2013

El abrazo inasible


Bruch (Delvaux): C. violín nº 1

Se sentía tan dolorosamente extraño que apenas recordaba su verdadera identidad. ¿Era aquel que reía tan solo con que el sol iluminara el cuerpo de su amada?

Todo se transformó en desdicha cuando los separó la desventura del amor. Cayó en una melancolía cada vez más creciente y destructiva, y se lanzó a la aventura cinegética de cuerpos que no amaba pero con cuya posesión acallaba el vacío de su espíritu. En su agenda escribía apenas las citas y los besos y lujurias. Y contaba una vez y otra vez hasta cincuenta y cuatro. Había más nombres, pero no estaba seguro de que los demás hubiesen abrazado el enamoramiento. Recordaba entonces el pregón insensato de don Juan para esconder que era incapaz de amar.

Ya nada le bastaba, no se saciaba con tal número, no sabía si era suficiente, si en las vidas ajenas había más nombres, más conquistas, más demostraciones del poder de la fascinación. Una invasión interior de material nadificante lo empujaba a creer que detenerse en la caza era declararse vencido porque nada le ataba ya a este mundo.

Dispuso la estrategia del enamoramiento, se lanzó a la aventura final que le mostrase que aún era capaz de ser idolatrado.

martes, 28 de mayo de 2013

Érase una canción inolvidable ... y olvidada (VIII): Le metéque

G. Moustaki
P. Mauriat

La religión escolar


Liszt: Estudio trascendental, 8.

Entonces dijo Naturaleza a Sociedad:

“La única religión académica es la del estudio, y su catecismo empieza así: 

Yo soy el que aprende; tú eres el que enseña. Aprender porque enseñas es mi primer gran deber; aprender a enseñar para que yo aprenda  a bienvivir es el tuyo. 
Debes enseñarme, y yo debo aprender, que mi voluntad es libre; y que solamente debo frenarla cuando atente contra la voluntad ajena: que soy libre mientras sea responsable de ese derecho. Que nada más puedo utilizar la fuerza de la razón: la que concede el saber. 
Esas son las leyes del aprendizaje: que el conocimiento es la única arma inerme. Y cualquier bandera llamada crucifijo, media luna -o similares iconos eclesiásticos- con los que se pretenda condecorar mi educación ayudará tan solo a que el fanatismo se convierta en una asignatura  que destruya todas las demás. 
En cuanto a la lengua en la que se me transmita esa enseñanza: debe ser la más adecuada para comunicarme con todos los ciudadanos del mundo, no solo de una parte del mundo. Porque vivimos en el mundo, no en una aldea, por muy dignas que sean estas. Hoy todos los humanos somos vecinos. Y vivimos para convivir: para hacer compatibles el yo y el nosotros. 

Pero Sociedad continuó  una wert y otra wert contraviniendo el criterio de Naturaleza. Y sobrevino, infierno tras infierno, la hecatombe social.

lunes, 27 de mayo de 2013

Libros recibidos (XXIV): Manuel Parra Pozuelo

CORPORALES Y SÓRDIDOS
Manuel Parra Pozuelo
Vitruvio.

La sordidez de un tiempo represor de la carnalidad de todo cuerpo, al fin consolador de su concupiscencia mediante la escritura de sus sueños. Así podría calificarse el sema y flujo de este libro, que parece aunar dos por el distinto verso y verbo en que se escribe, y que acaban en uno confluyendo. Pues, efectivamente, es un recordatorio enumerativo del despertar adolescente a la sexualidad, con su anecdotario insinuado y su persecución por la represiva sombra de la Iglesia, además de un gozoso paseo libertino por la realización de la lascivia excomulgada. Culpa impuesta por los edecanes del infierno y autoliberación voluntariosa.

El orden se nos ofrece inversamente: primero, el paraíso soñado  del que se expulsó al autor; su afán y su liberación del recato podría resumirse con estos versos de Quevedo: ¡Ay, Floralba! Soñé que te ... ¿Dirélo? / Sí, pues que sueño fue: que te gozaba! Después, el mundo en el que se vivió la adolescencia: adolescencia que sigue perviviendo en la madurez del que ahora escoge la pluma para exorcizarla.

Aunque sea un libro erótico, en la línea de Nicolás Fernández de Moratín, por ejemplo, o los Sonetos lujuriosos de Pietro Aretino, desdeñadores del buen gusto, Manuel Parra Pozuelo no quiere abandonar su oriundez social: y así, a la vez que se sujeta a la estructura del soneto para ensalzar los gozos, se aligera en un decir más directo al socavar las lindes de la sociedad que constriñó su libertad. De modo que si es este un libro de poemas lascivos también lo es de poesía social. No hay solo testimonio de la pulsión erótica, sino de la dictadura que se ejerció igualmente en la íntima parcela de la carne y el espíritu.

Unos versos de dos poemas sucesivos resumen esa huella indeleble (p. 58-59):
Desolada tragedia 
que aún hoy está en los ojos
que hacia el pasado miran.
(...)
Y mi dolor de entonces
en sus aires retorna.

Leer un poema de
Manuel Parra Pozuelo


domingo, 26 de mayo de 2013

Un poema de Elvira Pizano (Antología, CXXXVI. Segunda Serie)

Tchaikoski: Vals de las flores

IMPULSO

Hoy he leído a Neruda y Machado.
Es domingo y siento frío.
Voy a mi estudio, y sonidos de la India me acompañan.
Para provocar a las musas
Y la mística de Tapies,
Lanzo al aire un ramillete de flores silvestres,
Que caen desordenadas sobre un lienzo blanco.
Las hay de todos los colores.
¡Cuánta belleza!
Entorno los ojos y aspiro su aroma;
Éste y la música embriagan mis sentidos.
No quiero romper este instante,
                        Y sigo, sigo…
La felicidad que siento es tanta
Que no me importaría morir ahora.
Y dulcemente serena, me dejo llevar por la música,
                        El tiempo, la nada.
Hacia dónde?
            Qué más da.
                                                                Elvira Pizano. 2008


Elvira Pizano

sábado, 25 de mayo de 2013

viernes, 24 de mayo de 2013

José Luis Gómez Toré: Fragmentos de inmensidad


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Fragmentos de inmensidad
Antonio Gracia
Editorial Devenir

El título general, Fragmentos de inmensidad, así como el de cada una de las secciones en las que se divide el poemario ("Homo semens", "Homo scriptor", "Locus horribilis", "Locus amoenus") apunta a un principio estructural del libro que se plantea como un juego de antítesis y conciliaciones, a la manera de una pieza musical tocada a veces con acento dramático que evoca la música verbal y el desencanto amargo de un Quevedo y otras, con la música serena y callada de fray Luis (no creo, a este respecto, que las frecuentes menciones al arte musical sean únicamente el signo de una predilección estética: el libro, unitario y diverso a un tiempo, tiene algo de composición sinfónica, articulada mediante un inteligente uso de recurrencias y variaciones). Hay en la escritura de Antonio Gracia (Bigastro, Alicante, 1946) una voluntad de aunar poesía y pensamiento. Sin embargo, no estamos ante una propuesta intelectualista. El punto de partida para el pensamiento reflexivo es siempre la emoción, una emoción que a veces escora hacia el entusiasmo vitalista (sobre todo, en la primera sección) pero que, con mayor frecuencia oscila entre la serena aceptación estoica y la melancolía.

No podemos pasar por alto la palabra "fragmentos", presente en el título, porque en ella se nos otorga una clave importante para adentrarnos en el mundo poético de Gracia. Si en ocasiones el fragmento parece remitir al escepticismo posmoderno ante la totalidad, con mayor frecuencia se sitúa ante la vivencia romántica del fragmento como parte de un todo, que, aunque se hurta al individuo, se insinúa en la intensidad del abrazo erótico o en la calma de la contemplación. Hay así también una comprensión del lenguaje poético que no es ajena a la tradición simbolista, lo que se trasluce por ejemplo en la equivalencia entre libro y mundo.

Como señala Luis Bagué en su espléndido prólogo, "Fragmentos de inmensidad establece una poética a medio camino entre el espejo y el espejismo, las cenizas de la identidad y el desvelamiento de la condición humana". En la primera sección el erotismo ofrece una plenitud vital que parece ausente de cualquier otra realidad: "He buscado en el mundo y en los libros/ el sentimiento pleno, la religión más alta,/ y los hallé en el fondo de tus ojos/ y en el abismo breve de tu carne". Sin embargo, la sección "Homo scriptor" nos muestra un sujeto poético más desencantado, que encuentra en la cultura, si no el entusiasmo de la carne, sí al menos el consuelo de una belleza que suena como una promesa de armonía entre el ruido de un mundo a menudo hostil: "Si detener pudiera la vida en ese instante/ elegiría ser el acorde infinito, / un cuadro inacabable, un verso inextinguible". No obstante, en ocasiones la escritura parece revelar una realidad escondida como en el poema "Verklärte Nacht": "Como si el alma fuera a eternizarse, / estalla el codicilo / y el espejo repite el universo".

Las dos últimas secciones "Locus horribilis" y "Locus amoenus" plantean, en dramático contraste, la necesidad de habitar un lugar propio, un espacio donde recomponer los fragmentos desgajados de una individualidad siempre asediada: los bosques arrasados de la égloga clásica aspiran a recuperar su condición paradisíaca pero ese camino sólo será posible a través de la asunción del dolor y de la muerte. Como escribe Luis Bagué, "Antonio Gracia aspira a levantar el himno en la elegía". El poeta se impone la labor de una vigilancia constante sobre la realidad para descubrir en ella la presencia efímera de la epifanía: "Tal vez no fuera un dios aquella esfinge/ de estruendoso silencio. Pero, al fin,/ sus sosegados ojos me miraban". Hay en la cuidada escritura de este libro un esfuerzo constante de transfigurar la angustia existencial en serena aceptación de lo real. La difícil conquista de la serenidad implica también mirar cara a cara a la muerte, de la que probablemente el yo concreto no pueda salvarse. Sin embargo, el yo lírico en su precaria temporalidad sabe encontrar rastros de lo eterno en la naturaleza, que se muestra en el paisaje pero también en el breve espacio del cuerpo amado, así como en ese esfuerzo por perdurar que se revela en la obra artística.

                                                                                           
José Luis Gómez Toré

miércoles, 22 de mayo de 2013

El manantial del creador

Strawinski: La Sacré

1.- Dice el tópico que al artista feliz no lo violan las musas. Que hay que ser un sufriente creador para que la creación alcance el pedestal de la genialidad. Permanece entre las señeras estatuas de la cultura ese icono del creador torturado por su arte, ensimismado en dar elocuencia a su pluma, pincel, pentagrama... 

Son los rostros del genio enloquecido por la clarividencia, la lucidez y la visión los que alumbran, relumbran y deslumbran. Las efigies de Shumann, de Van Gogh y de Poe arrojándose al Rin, pistoleteándose el pecho, ahogándose en alcohol son las que forjan la tríada inmensa en busca de un masallá oculto en los abismos de sus mentes. 

Es cierto que el creador ha sufrido, más que gozado, su condición artística. Ha sufrido la persecución de sí mismo por todos los ensueños, la incomprensión de todas las cegueras artistoides, la soledad de aquel que reconoce su verdad entre todas las supuestas verdades de quienes desconocen que no existe verdad definitiva y que solo quien crea la renueva y la entronca con el camino de la tradición, río que anda.

Y es cierto que en busca de algún cielo se quema en un infierno interior y social. Al creador no le basta el mundo que lo ha creado y necesita añadir y añadirse a ese mundo. No es conformista ni, por tanto, dichoso; o quizá es al revés. ¿Quién sentirá la compulsión creadora sino aquel que, por insatisfacción, intenta ser un breve dios puliendo una creación que no existía? Quien está satisfecho con el mundo o con su obra no se plantea retos ni ve fisuras en el Universo. De modo que sí: la infelicidad es más creativa que la felicidad, siempre más gustadora y sibarita de lo que ya existe: de heredar que de legar.

2.- Ahora bien: es igualmente cierto que tal afirmación no debe conducir a idolatrar el sufrimiento ni sus consecuciones. Porque, además de que el mundo ha cambiado desde la hecatombe elegíaca al hímnico deseo, el creador ha sentido, en medio de su penuria íntima o social, edenes que solo él disfrutó como respuesta a sus infiernos, y su arte es a su vez combate, victoria y derrota, desazón y sosiego, ansiedad y consuelo... remansos en la tromba o la catástrofe. 

¿Cómo no admirar la fuerza de la pasión, sufrimiento y paraíso de Beethoven durante 20 años, desde el purgatorio suicida de Heligenstald hasta las praderas del firmamento en la Novena? ¿Y la lucha de Wagner por imponer un arte que aún tiene detractores? ¿Y, ya lo he dicho, las sucesivas lúcidas locuras de Van Gogh? ¿Y la clarividencia introspectiva del inconmensurable Dostoiewski?

Solo el ser incompleto lucha por completarse y complementar el mundo que ha heredado. Pero ¿quién podrá negar igual creatividad en la armoniosa obra de Rembrant, de Mozart o de Bach

Y sin embargo, una pregunta vuela desde el amanecer hasta el ocaso de todas las edades: ¿De verdad son más altas, por ejemplo, las perfecciones de Borges que las perturbaciones y zahúrdas de Sábato? ¿Cómo armonizar la asimetría, como consigue Strawinski en la violencia sonora de La consagración de la primavera? ¿Cómo pasar, en el poema, de la metáfora a la visión sin violentar la imagen?

3.- El artista nace y se hace: nace signado por unos genes y una experiencia serena o perturbada. Luego viene la autoeducación: la lucha entre su corazón y su cerebro, sus pulsiones y sus racionalismos. Finalmente el artista creador es el resultado de la frase de Miguel Ángel ante una roca: la estatua está ahí, solo hay que quitarle la piedra que le sobra.

La condición artística nace de la podredumbre racional: el fracaso de la razón para darle sentido a la existencia. Y para mitigar esta hay quienes se refugian en el arte como  única fe con la que vislumbrar la resilencia.

Realismo y surrealismo son las dos musas que atenazan o liberan al creador: huir de las visiones o acercarlas a la realidad inteligible. Lo demás son variaciones de estas dos. Domesticar la musa y armonizar sus contrarios debe ser el emblema. 


Así pues: la razón impulsa a comprender; la lógica intenta apropiarse metódicamente de esa necesidad para dar respuestas definitivas olvidando que también ella es efímera o cambiante. En resolución: el arte es la gran respuesta -una intuición inducida por la pasión y troquelada por la razón- al sinsentido del vivir.

Ahora bien: acabado el proceso creativo, triste obra de arte la que solo es reverenciada por los eruditos o especialistas y no es sentida por quien simplemente ama la belleza y la descubre con el corazón: el racionalismo emocional. 
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Soliloquio del artista

Retrato del artista



martes, 21 de mayo de 2013

De justicias y abortos


Bertolt Brecht
Cuando un grupo social de raíces fanáticas consigue democráticamente la mayoría parlamentaria suele caer en la tentación de olvidar que el ciudadano eligió en las urnas a quienes creía que iban a representarlo y no a quienes podían utilizar su voto para representarse a sí mismos.

Un ejemplo poco ejemplar es el del ministro (= administrador) de Justicia: iluminado por el catolicismo más fanático y divino, considera que todos tenemos los mismos derechos, entre ellos el derecho a sufrir: y extiende ese derecho a los aún no nacidos. Considera inexorablemente justo y necesario obligar a nacer a un ciudadano que probablemente pedirá la eutanasia para liberarse de los sufrimientos que atenazan su vida porque a su madre se le impidió un aborto responsable. Ni siquiera piensa el tal ministro invasor de la intimidad que también causará dolor a padres y familias; y tampoco tendrá en cuenta que las arcas del Estado (que "soy yo", pensará) tendrán que gastar más en cubrir las necesidades del incremento de la población y sus enfermedades añadidas por condenar a proseguir un embarazo desaconsejado por la Medicina. Tal vez el sabio Administrador de tan justa Justicia se rija por el democrático eslogan de "ahora, además de ser machos, somos muchos". O quizá crea que es el mono el que procede del hombre, puesto que tan prensilmente se aferra a la razón inquisitorial de que la fe debe prevalecer sobre la ciencia.

Todo el fundamento "legislativo" de la fe del santo Administrador es este: Dios da la vida y esta es sagrada; el Estado  debe ser el garante de esa vida. Por tanto, el Estado debe defender al más débil contra sus enemigos, condenando de antemano al presunto asesino.

Ahora bien: A) la ciencia demuestra que no hay existencia humana hasta que no hay conciencia. B) La premamá (los prepapás) no es una asesina, sino una previsora. C) Así que es el tutor del naciente quien decide sobre sí mismo y su futuro. Entonces: ¿por qué decretazo de qué divinidad el Estado se confiere el papel de tutor usurpando la del verdadero? 

Ciertamente poco tiene que ver el Partido Popular que prometía hace unos meses con el impopular partido que hoy ejecuta o malversa sus promesas. Pero lo que más extraña no son esos cambios de rumbo en aquellos que carecen de carta de navegación y van a la deriva, sino qué vieron los marineros en ellos para elegirlos como rumbosos capitanes de navío. No parece, al menos cuando muestran su oratoria públicamente, que Rajoy, Cospedal y similares luzcan un cociente intelectual embriagador ni una personalidad cautivadora. Y uno se pregunta cómo semejantes efluvios de la inteligencia y la estrategia llegaron a ser quienes parecen ser, y a ostentar los cargos por los que tan mileuristamente cobran. La respuesta es esta: fueron elegidos. Lo que lleva a otra pregunta más terrible: ¿por qué criterios se rige el ciudadano cuando elige?

La última pregunta -que es a su vez respuesta conclusiva- todavía es más desoladora: ¿Acaso hay en la Oposición competidores que dignifiquen la política?