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lunes, 10 de marzo de 2014

33 Laconismos. Séptima serie.

Bartok: Microcosmos

Dios no es ya suficiente coartada.
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El hombre es un ser en continua evolución porque es un ente en perenne ansia de autoperfección.
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Los hombres adulteran su vida en cuanto tienen conciencia de que el tiempo es definitivamente oro que hay que convertir en dólares o euros cuanto antes: y esa prisa hace olvidar la sensatez en el camino, crea agresividad, transforma a todos en competidores y enemigos, desata la violencia, no respeta familias, ni instituciones, ni éticas, ni leyes, ni castigos. 
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Hay dos impulsos sicológicos, convertidos en fuerzas sociales, que se disputan el concepto de existencia colectiva: el egoísmo y la solidaridad. La historia del mundo es el resultado del enfrentamiento de esas dos actitudes.
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 El amor es la magia que nos permite creer -demasiado efímeramente- que algunos seres humanos son dioses: la amada, el padre, el hijo, el héroe. 
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El corazón es el más hermoso de los egoístas: está diciendo siempre “¡Quiéreme!”
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El corazón no piensa: teme o ama. Incluso la razón siente como un corazón que ordena sus pasiones.
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La ignorancia consiste en creer que somos sabios. 
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Todos tenemos un espacio interior incompartible incluso por el ser más amado. Cuando cualquier otredad se le intenta imponer, desaparece.
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La subjetividad razonada es el último reducto del individualismo.
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También llega la muerte al paraíso.
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¿Por qué hablamos de lo que nos separa en vez de lo que nos une?
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Nada vale el poema que no puede consolar al triste, hacer que quien ama se comprenda mejor a sí mismo y sienta que también otros sintieron como él, nutrir de mayor alegría al que está alegre, ayudar al lector a identificarse. 
Nada vale si no tiene como finalidad la superación o consuelo de la condición mortal que todo arte debe tener.
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El primer impulso del artista auténtico no es el de vender su arte a su entorno inmediato, ni a la Posteridad, sino el de la búsqueda interior: tejer un yo que todos quisiéramos inocente y eterno.
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La esclavitud empieza cuando afirmamos que podemos ser absolutamente libres. 
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La poesía -todo arte- es sutileza, insinuación más que dicción abrupta. El arte necesita la artesanía del refundidor perfeccionista y la contemplación del visionario. Sin clarividencia e inteligencia para contenerla no hay arte. 

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La inteligencia acaba cuando dejamos de dudar.
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Los fantasmas no existen: es el miedo el que crea fantasmas.
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Nuestra vida, en realidad, es la memoria que forjamos de ella.
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Despojamiento lacónico

Recordar es vivir la utopía que no fue como si hubiera sido. El recuerdo es la memoria de lo que quisimos que ocurriera.
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De necios es perder un solo instante pensando que hallaremos otra vida en la que exista lo que en esta no encontramos. No existe otro país más que el "ahora".
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El pasado existe como nuestro padre, inalterable y no deforme, y el futuro es un hijo que no sabemos si tendremos.
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Nos enseñan a no pensar: y no pensamos. He ahí el origen de todos nuestros males.
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Dejar para mañana lo que puede amarse hoy es nada más que adelantar la muerte de mañana hasta la ausencia de vida en que el hoy se convierte. 
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El presente es el único tiempo en que existimos, pues ningún futuro podrá sustituir lo que quisimos ser.
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Si porque no podemos, no queremos o no sabemos estar juntos todo el tiempo y en la misma vida social te obstinas en destruir las horas en que sí podemos, entonces quédate contigo que yo me voy conmigo. 
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El sabio sabe que casi todo lo ignora, y el necio cree que todo lo sabe
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El arte lo crea el hombre para el hombre, no el artista para el artista. El autor que permanece vivo es porque da vida al lector, no porque lo distrae de su vida. Los libros que no transmiten vida mueren rápidamente. 
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La castidad es la mayor perversión de la naturaleza, porque impide encontrar el equilibrio síquico por vía natural. 
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Los clásicos son el Inconsciente colectivo desde el que todas las plumas manan. 
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Quien construye un presente con todos sus esfuerzos no se preocupa de su porvenir, que siempre y únicamente es el día a día. 
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Todo en el universo es transitorio, puesto que no existe más que el cambio.
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La vida es el lugar donde morimos.