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jueves, 26 de junio de 2014

Van Gogh: Noche estrellada







Noche estrellada


Está la noche hermosa. Fulge el cielo.
Arde la oscuridad y centellea
cada cosa en su sitio. La armonía 
del orbe da quietud al corazón
y el alma se alboroza. Sueña el agua
en la fuente. El ciprés se eleva. Miro 
una estrella sujeta al firmamento. 
La exactitud de su belleza firme
otorga simetría al infinito
y certifica que soy yo quien mira
y ordena el caos con su contemplación.

Siento el poder de esa certeza. Canto 
dentro de mí y el himno reverbera 
como una melodía inextinguible.
El agua que da sed sacia mis ansias 
y hacia el abrazo universal se eleva
la carne metafísica y doliente.

Cierro los ojos un instante y pienso,
de súbito, que el fijo resplandor
ya no es lo que parece, que contemplo
el hueco de una luz, fantasma inmóvil
errabundo por las constelaciones: 
que la estrella tal vez murió y veo solo
su hermosa y esplendente calavera. 

Un cósmico dolor me asedia entonces 
en medio de la noche, pues acaso
tampoco yo soy yo, sino un recuerdo 
obstinado en vivir: el desvarío