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jueves, 30 de abril de 2015

El abrazo salvífico

Strawinski: El beso del hada

Atropelladamente, y cuando pareció que todo estaba perdido y aquella despedida era la última, le dijo:

Si te vas de mi vida me quedaré sin vida, y si vives conmigo viviré para siempre. 
     Cuando pronuncio "siempre" hablo de plenitud, de espacios sucesivos entre tu corazón y el mío recorridos tan solo en un instante; hablo de claridad en la noche estrellada y en la mañana diáfana, cuando los ojos cierran sus párpados y el tiempo es un lago apacible, infinito y estático: cuando los cuerpos yerguen su clamor y se encuentran en la luz uno al otro, habitantes de un mundo que solo ellos habitan y llenan de esplendores: cuando los astros alzan bajo el mar sus embrujos y el universo dicta las leyes de la carne, materia única y causa de todo cuanto un día, en sísmico estallido, originó el edén al que aspiran los besos. 
     Si me sorben tus labios viviré para siempre.

El abrazo indomable

Monólogo del cisne (El abrazo imposible)

El abrazo entre plumas

El abrazo en el cuadro

El abrazo inasible

El abrazo iniciático

El abrazo sin plétora.

El abrazo dulcífago

El abrazo inedénico

El abrazo a la muerte.

Como si fuera mi Autobiografía (El abrazo final)

El abrazo interrupto

El abrazo cautivo

El abrazo inmortal

El abrazo caníbal

El abrazo coital

El abrazo placebo

El abrazo sin rostro

El abrazo perdido (Carpe diem).

El abrazo truncado

El abrazo suicida

El abrazo invasor

El abrazo de plástico

El abrazo no dado.

El abrazo dichoso

El abrazo a la vida

El abrazo sin cuerpo

El abrazo ataráxico

El abrazo amoroso

miércoles, 29 de abril de 2015

Schoenberg: Noche transfigurada

La música de cámara es la más intimista de todas, y requiere un inspirado y lírico autor a la vez que una mágica interpretación que la desentrañe al oyente.
He aquí una inspiradísima versión del sexteto para cuerdas Noche transfigurada, de Schoenberg:

Todo un introspectivo misticismo que aparece igualmente en la traducción para orquesta que realizó el mismo Schoenberg muchos años más tarde:

La melancolía y celestialidad de la música reflejan un expresionismo que devana una triste historia de amor, que Schoenberg extrae basándose en un poema de Dehkel:

Zwei Menschen gehn durch kahlen, kalten Hain;
der Mond läuft mit, sie schaun hinein.
Der Mond läuft über hohe Eichen;
kein Wölkchen trübt das Himmelslicht,
in das die schwarzen Zacken reichen.
Die Stimme eines Weibes spricht:
  
Dos personas caminan a través de un desnudo bosque frío;
La luna corre sobre ellos, se miran en ella.
La luna corre sobre los altos robles;
ni una nube oscurece la luz del cielo
donde las negras ramas se extienden.
La voz de una mujer habla:
„Ich trag ein Kind, und nit von Dir,
ich geh in Sünde neben Dir.
Ich hab mich schwer an mir vergangen.
Ich glaubte nicht mehr an ein Glück
und hatte doch ein schwer Verlangen
nach Lebensinhalt, nach Mutterglück
  
“Llevo un niño, y no es de usted,
camino en pecado junto a usted,
he cometido una gran ofensa contra mí misma.
Yo ya no creía que pudiese ser feliz,
y sin embargo, tenía el fuerte deseo
de sentir la plenitud, la felicidad de ser madre.
und Pflicht; da hab ich mich erfrecht,
da ließ ich schaudernd mein Geschlecht
von einem fremden Mann umfangen,
und hab mich noch dafür gesegnet.
Nun hat das Leben sich gerächt:
nun bin ich Dir, o Dir, begegnet.“
  
Y por ello, he cometido un descaro,
así que, temblando, entregué mi sexo
a los brazos de un hombre extraño,
y así quedé embarazada de él.
Ahora la vida se ha cobrado su venganza:
Ahora te pertenezco, oh, te he encontrado.”
Sie geht mit ungelenkem Schritt.
Sie schaut empor; der Mond läuft mit.
Ihr dunkler Blick ertrinkt in Licht.
Die Stimme eines Mannes spricht:
  
Ella camina con paso torpe.
Ella levanta la vista; la luna corre sobre ellos.
Sus ojos oscuros se ahogan en la luz.
La voz de un hombre dice:
„Das Kind, das Du empfangen hast,
sei Deiner Seele keine Last,
o sieh, wie klar das Weltall schimmert!
Es ist ein Glanz um alles her;
Du treibst mit mir auf kaltem Meer,
doch eine eigne Wärme flimmert
von Dir in mich, von mir in Dich.
  
“Ese niño, ese que tú has recibido,
su alma no es una carga.
Sólo hay que ver ¡cuán claro brilla el universo!
Hay un resplandor en todas las cosas
Usted va a la deriva junto a mí en un oceano frío,
pero una calidez especial parpadea
desde usted hacia mí, desde mí hacia usted.
Die wird das fremde Kind verklären,
Du wirst es mir, von mir gebären;
Du hast den Glanz in mich gebracht,
Du hast mich selbst zum Kind gemacht.“
Er faßt sie um die starken Hüften.
Ihr Atem küßt sich in den Lüften.
Zwei Menschen gehn durch hohe, helle Nacht.
  
Esa llama transfigurará al niño,
al que usted le dará vida, como si fuese mío.
Usted me ha traído la luz,
Usted ha hecho un niño de mí.”
Él posa su mano en sus anchas caderas
mientras sus alientos se entremezclan en el aire.
Dos personas caminan a través de la alta noche brillante.





(Traducción de Andrés Gore)

El sexteto fundamenta su trágica belleza en el monolítico y sostenido único movimiento, de estirpe wagneriana, en el límite de la tonalidad. Belleza que no se extingue en su reducción a trío, aunque la intrusión del piano rompa el embrujo de las cuerdas:

Música que acuna la llegada de un nuevo ser apenas deseado y que, en su místico estatismo, acaba transfigurando a quienes lo aceptan:

Otros conciertos

Holts: Los planetas

Jazz

Mahler: La canción de la tierra

Concierto de Año Nuevo

 Strauss: Salomé

Berlioz: Sinfonía Fantástica

Pavana para una infanta difunta

Rachmaninov

Pinos de Roma

Variaciones sobre un tema caballeresco

martes, 28 de abril de 2015

La excelsa paradoja

Holts: Marte

¿Hay algo más implacable y trágico que un hombre sobre una roca estelar, viajando a velocidad cósmica sin saber adónde y con la única certeza de la muerte?
     Sin embargo, es ese dolor el que causa la búsqueda de una lógica que rija el sinsentido del vivir y consuele la existencia. 
     De esa hecatombe mental nacen el pensamiento, la filosofía, la escritura, las artes y las ciencias.
     A ese estruendo existencialista le debemos la obra de Platón y Aristóteles, Leonardo y Miguel Ángel, Beethoven y Bach, Shakespeare y Cervantes, Eisenstein y Hawks, Copérnico y Einstein.
     A tal inarmonía debemos la armonía de las obras del hombre, y a tal fealdad inescrutable la búsqueda de la belleza.
     Porque una gran inteligencia conlleva una gran soledad y, también, una inmensa pregunta que precisa infinitas respuestas.

Aventuras poéticas: Empireuma

Presentación EMPIREUMA



INVITACION
He aquí el recordatorio de una revista literaria independiente que el esfuerzo de José Luis Zerón y sus coordinados mantuvo durante años. 

lunes, 27 de abril de 2015

José Luis Zerón Huguet: La aventura poética de Antonio Gracia (IV)


La epopeya interior supone una recapitulación de la poética del autor y una radical apuesta por la trascendencia. Aunque a primera vista el título pueda resultar elevado o pretencioso, es de lo más apropiado. Según diccionarios al uso, epopeya es un poema en el que se refieren hechos heroicos, históricos o legendarios. También significa acción realizada con dificultades y padecimientos. El autor ha pasado toda su vida reuniendo los pedazos dispersos de su identidad y ahora, que se ha hallado a sí mismo, considera oportuno referirnos su viaje interior, plagado de acontecimientos dolorosos, y resumirse en la serenidad, su nuevo hábitat, cuyo contenido es inapropiable e irrepresentable fuera del lenguaje analógico.
     La primera parte del libro consta de un soneto a modo de exordio titulado “El cuerpo luminoso”, en el que el poeta le formula al cadáver de un ser querido las grandes preguntas acerca del otro lado.
     En la segunda -“Vía cognitiva”- el autor narra, sin exhibicionismo ni retóricas, su odisea interior y su tránsito desde lo negro y estéril hasta el umbral luminoso del conocimiento. Quien escribe recuerda la definición heideggeriana: “el hombre es un ser hacia la muerte”, consciente de que la finitud es nuestro estigma y de que la muerte nos pone un camino hacia la intemperie: la claridad del día, su fulgencia, / inundan la mirada / y todo es armonía. Se iluminan / los dédalos del alma. La hermosura / del mundo me concede plenitud. / De repente, la lluvia apaga el fuego / del esplendor. Un viento me arrebata / y la fatalidad lleva mi nombre.
     El poeta recuerda cuando entró errante en el territorio de la muerte para proclamar la vida: Hace tiempo, la muerte decidía / mi vida (...) Un día erguí mis manos hacia el sol / buscando claridad, / planté en mis ojos albas, desterré / la oscuridad, subí / hasta la tierra alegre / donde el hombre predica la esperanza.
     La actitud activa y voluntarista del poeta ha de ir acompañada de ecuanimidad de ánimo, de serenidad: Derribo calabozos, alzo criptas, / oreo laberintos, pulo el cielo. / Una puerta secreta se ilumina / y descubro la suave transparencia / de la templanza.
     El poeta confronta la serenidad de la madurez a la angustia y los afanes de los poemas escritos en su juventud (No existe el paraíso, pues el ansia / destruye cuanto sueña), que décadas después veremos metamorfosearse de la desolación como autocomprensión existencial a la gratitud como liberación de sí.
     La poesía, esa provocación silenciosa y desesperada a veces de nuestro ser más exigente, triunfa sobre la muerte material, pero la escritura es un frágil palimpsesto / de la vida / que la conciencia ordena para su redención. El autor reniega de la escritura, que sólo le regaló desasosiego e incertidumbre, para abrazar la vida y el amor, aunque algunos poemas transmitan todavía cierta negatividad experimentada como carencia: Hijos del desasosiego / fueron todos mis escritos. / Ahora quisiera mirar / hacia la luz, sin palabras. // Yo soñaba paraísos / y se volvieron infiernos. / De los sueños y del fuego / nació lo que soy: dolor. // Pero dolor que se huye / hacia el amor, y que mira / fuera de sí, a la alegría; / y la reclama y la abraza / con esfuerzo, no con llanto.
     En la tercera parte -“El otro amor”-, el poeta elogia la contemplación como verdadera fuente de conocimiento de la realidad, que no tiene nada que ver con lo real a lo que nos ha acostumbrado la cotidianidad. El lenguaje poético nos arroba como una revelación: melodiosos, los ojos ven, no inventan /su mirada; y el mundo nace puro / de sí mismo, sencillo, sin que el alma / lo forje a la medida de sus sueños.
     Alcanzada la Amplitud, entiende el autor que las ansias y los anhelos tienen color de noche y que lo abismal se serena, se goza y se expande. Lo abierto se ilumina de una claridad sagrada, lo que él llama “serena sombra / que se ilumina desapasionada”. El poeta se vacía de sí mismo, se despoja de la subjetividad para atender a la contemplación y fundirse con la Naturaleza, causante de dolor y muerte, pero por encima de todo elemento genesíaco: Cuando contemplo el cielo / de púrpura y añil, / perfumado de estrellas / como un lago apacible, / siento un noble arrebato / que me alza al infinito. Percibe entonces lo que no se puede percibir, se enfrenta al límite e intuye en el misterio una certeza que le trasciende y anega, como en la mejor tradición mística, donde el contemplador se transforma en lo contemplado: Como una lava tibia, brota desde el venero / de la conciencia alzada hasta la infinitud. / Y el cosmos reverbera en los ojos su efigie.
     Quisiera aclarar, por último, que esta forma de disolución sagrada no pertenece al ámbito reverencial de lo teológico, ya que para conocer a Dios se necesita un trabajo de raciocinio, y al poetizar desde la plenitud intuitiva y la turbación de los sentidos, se arriba a la proximidad de lo lejano donde se niega y se excede a Dios y a los dioses.
     En estos tiempos de agitación desbocada, cuando el hombre, sometido a tantas urgencias cotidianas ha perdido la experiencia de lo sagrado, Antonio Gracia nos regala por la vía contemplativa un nuevo libro de celebración, despojado de retóricas, armónico y depurado hasta fertilizar la invisibilidad y alcanzar la transparencia.
José Luis Zerón Huguet



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José Luis Zerón: LA AVENTURA POÉTICA DE ANTONIO GRACIA (I, II, III)

José Luis Zerón: La posesión de una pérdida