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domingo, 30 de agosto de 2015

La conquista del saber, 6 (Autorretratos)



                                  VI

Autorretratos


El buen lector se apropia de la Historia
y de cuantos, como él, van construyéndola.
¿Por qué leer sino porque leyendo
aprendemos sobre nosotros mismos
y no hay precio para ese aprendizaje?
Ama el conocimiento como un ciego
ama la luz, dejó escrito Flaubert.
Quien abre un libro está tocando a un hombre,
advirtió Whitman y admitió Unamuno.
En el bosque auroral de la cultura
hay hombres que son libros que son vidas.
Si cada vida enseña una experiencia
y tan solo vivimos una vida,
vivamos las de todos en los libros,
pues cada uno es una vida escrita.
Seamos egoístas del saber.
¿Quién no vive la Historia con Heródoto?
¿Quién no amará los viajes con Ulises,
con Eneas y con los argonautas?
¿Quién no aprenderá a amar con Melibea,
con “Werther”, con Ovidio, con Rostand?
Aquel que quiera mitigar sus celos,
¿no ha de aprender de Otelo y de Castel?
¿Quién no sabrá tratar con su conciencia
tras dialogar con Hamlet y Raskólnikov?
¿Quién no amará la vida al descender
de La montaña mágica, de Mann?
¿Quién, para consolarse de la muerte,
no hará suyo el sofisma de Epicuro,
y las acotaciones de Lucrecio,
para burlar su asedio interminable?
El sufridor de la melancolía,
¿no ha de encontrar antídotos en Emerson
y su entusiasmo por la realidad?
Quien quiera ver los riesgos del futuro
asómese a George Orwell y Aldous Huxley.
Quien persiga la dicha que conjugue
humanismo, idealismo y cientifismo.
El que luche contra la adversidad
y busque hallar un cielo en el naufragio
de esta tierra de todos los infiernos
tome ejemplo de Robinson Crusoe
y halle su isla interior luisianamente.
Pues la existencia es un laberinto
cuya única Ariadna es el saber;
y el buen saber consiste en liberarse
del dolor sin sufrir la idolatría
del placer: el desapasionamiento,
la amable, la feliz circunspección,
el plácido equilibrio emocional.