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jueves, 5 de noviembre de 2015

El pájaro encendido



El pájaro encendido

Entre las hojas húmedas del árbol centenario,
como si fuese un pájaro de luz,
se cobijaba el sol, posado en su andamiaje
de ramas aceradas por el tiempo.
Destellos y armonías semejantes a lanzas
entraban en mis ojos y en mi pecho,
y latía su hermosa transparencia
dentro del corazón, igual a un cántico.
Qué plenitud aquel cristal de lluvia
esplendorosa en el atardecer: 
todo era claridad y suave tacto
en mi alma gozosa y embriagada 
por la melancolía de saberse 
al final del camino, semejante a aquel árbol 
destinado a morir sin haber dado fruto.
Una paloma, entonces, sacudió su aleteo
y se aferró a una rama en busca de reposo.
¡Oh prodigioso instante de fervor, 
lábil clarividencia y sortilegio!
Sentí que también yo daría algún cobijo
si, en lugar de llorar como la lluvia,
dejaba algún legado digno de dar consuelo
a aquel que padeciese
el asedio de la melancolía. 
Y me puse a escribir este poema.