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domingo, 17 de enero de 2016

Antropofagia.


Albinoni: Adagio



Como los libros no cabían en casa, saqué cuantos pude fuera, junto a la barbacoa y dentro de su albergue; y aunque cubiertos para evitar la lluvia, el viento los lee cuando quiere, los desploma y los vendavaliza entre mis vecinos, cada día más sabios en protestar por el follaje libresco que diluvia sus jardines.
     En la parafernalia libreril hay volúmenes antiguos, algunos muy preciados, y otros tan viejos como mi adolescencia, aquellos que me hicieron como soy en gran medida, ya que canalizaron mi sentir.
     En veinte años, solo a cuatro o cinco personas he abierto mis puertas, y alguna de ellas ha protestado de que inutilice la barbacoa por guarecer los libros. 
     ¡Qué voy a hacer, si no me gusta más que la carne humana encuadernada! 
     ¡Antropofagia!, dirá alguno. 
     Exactamente. El hombre convertido en libro es el animal que mejor alimenta al hombre.