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jueves, 11 de febrero de 2016

Lecturas imprescindibles, 14: El corazón delator


El cuervo

Cuando leí el cuento de Poe El corazón delator sentí que aquel ser que todo lo escuchaba era yo, imposibilitado para quedarme sordo ante el caudaloso infierno de mi mente, chirriante y vocinglera. Ya me había ocurrido al saber que Schumann no podía dejar de escuchar un do irremisible. Y los colores arremolinados de Van Gogh me parecían vómitos producidos por las torturas de su ensimismamiento. Y así otras muchas piedras que se amontonaban para cadaverizarme en una tumba, en plena vida.
     El miedo, inserto en nuestro ADN como principio de supervivencia, nos alerta del peligro, leve o grave, para alejar el dolor y la muerte. Sin embargo, también la sensación del miedo provocado nos reclama, sabiendo que podemos liberarnos de él: el desafío y el ludismo que supone vencerlo nos empujan a colocarnos en situaciones de terror controlado: narraciones, películas...
     Para terrores primarios y contundentes, los de Edgar Allan Poe: sus narraciones son breves, directas, alucinadas, tangibles, inteligentes, silogísticas, nacidas del irracionalismo que hay en el ser humano ... y se injertan en el lector como propias de este o como fantasmas dispuestos a asaltarlo. 
     Si bien se mira (si mal lo miro, autobiográficamente), sus temas siempre giran en torno al mismo tema: Un hombre teme ser asaltado por el enemigo, y lucha contra el temor del asalto; finalmente, sucumbe ante su propia conciencia, que es su verdadero asesino. El miedo a la locura: a despertar al otro lado de la lucidez y no encontrar el camino de regreso. Eso me pasaba, y eso en Poe veía.
     No solo es Poe el creador del detectivismo deductivo, sino el hacedor de ambientes y personajes horroríficos: Dupin, Usher, Waldemar... 
     Llevó a la escritura el cientifismo y el rigor de la lógica implacable. De su importancia e influencia basta decir que sin él no serían como son la literatura gótica, Baudelaire, Dostoiewski, Borges, Cortázar...