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lunes, 9 de mayo de 2016

Nosotros los alienígenas

Verdi: Requiem


El mundo camina tan deprisa que a menudo el ser humano no puede seguirlo y se estanca en su carrera interminable. Antes se necesitaban siglos o décadas para que se alterase nuestro alrededor y, por tanto, se reciclase adecuadamente nuestro interior. Ahora el progreso anquilosa de un día para otro nuestra mente en el día, el año o la década pasada. Y ya somos peregrinos de un desierto en el que pocas arenas movedizas se comprenden. Convivimos -de mala manera- aquellos que piensan como en el siglo pasado, los que piensan en 1984 y los que fantasean con el futuro: irreconciliablemente. Somos nuestros propios alienígenas.
     La proliferación de medios comunicativos, paradójicamente, ha distanciado a las personas y sustituido la enriquecedora conversación por superficiales telegramas electrónicos.
     No se puede detener el Progreso; pero parece innegable que deshumaniza. El individuo ha sido suplantado por la muchedumbre, y el valor del corazón por la moneda y el precio del dinero. Las tecnologías han alargado la vida, pero los longevos no saben qué hacer con ella. El "estado de bienestar" no quiere -o no es capaz de- acabar con el "estado de malestar": y los cadáveres del hambre continúan creciendo.
     Se han cambiado los valores que rigen la conducta, hay menos guerras cruentas... pero el sufrimiento no ha decrecido...
     ¿Tan difícil es conciliar el inevitable avance social con el avance humanitario y el reparto de la riqueza para acabar con la pobreza? 
     ¿Cuándo se creará, por ejemplo, un Ministerio Universal de la Solidaridad?