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lunes, 11 de julio de 2016

Siempre existe un precursor

Viaje por la escritura

Siempre existe un precursor. Nada nace por generación espontánea, y todo es consecuencia de una causa. Los inventos son el resultado de una larga tradición de buscadores que, al fin, se concreta en una fórmula. Una manera de mirar, escribir, pintar... acaba convirtiéndose en un estilo, una poética, una estética... porque un autor canalizó las tentativas de otros anteriores. La originalidad consiste en actualizar la tradición. 
     A los cien años de Dadá y los experimentalismos no hay sino que deducir que todo son experimentalismos, tanto en la vida como en el arte o la ciencia. Los bocetos, los borradores, las probetas, la reflexión sobre el pasado y el futuro son premisas, experiencias, experimentos para no equivocarnos. El poeta prueba a decir, componer, pintar de manera descubridora entre lo ya hecho para hacerlo mejor: igual que el hombre cotidiano trata de mejorar sus actos.  
     El pasado contiene el futuro porque lo predetermina; y cada presente es la corrección del manuscrito de lo ya vivido o convertido en arte. El deseo de belleza está en la búsqueda de otro modo de encontrarla; pero la belleza está -o no- en lo encontrado. La única diferencia que hay entre Góngora y las vanguardias, en este sentido, es que uno busca la relación entre dos objetos anteponiendo la razón a la irracionalidad, y estas parten de la libre asociación. El resultado es el mismo: una selva talada convertida en un jardín como consecuencia de la lucha con el lenguaje. Una palabra deriva en todas las palabras; una metáfora engendra todas las metáforas.