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lunes, 19 de diciembre de 2016

El abrazo letal

Monteverdi: Tan dulce es el dolor...

- ... Todo el fin de semana sola, y ni una llamada...
- ¿Qué te ocurre?
- Me encuentro mal, no he podido salir ...
- ¿Cómo es que no han ido quienes van siempre?
- ... Nada... aquí, sola...
- Podías haberme telefoneado.
- Lo he hecho, pero nada, tampoco...
- No me culpes de lo que no soy ni siquiera causante.
- ... Aquí, enferma...
- Te repito que no puedo reaccionar ante lo que no ocurre, y nada sé de todo eso. Pero “prefieres” acudir a tu comodín zanjador: "como nadie me quiere, es lógico que no me tengan en cuenta y por eso me dejan sola". Ese silogismo falso se adueña de ti porque, según tu anterior divisa impremeditada, todo lo explica. Se te olvida que lo lógico es llamar, dejar un mensaje, acudir al móvil, al correo electrónico... y decir: "hoy no es como suele ser por tales razones". Pero contra eso -comportarte como un niño que espera que lo busquen sin que nadie sepa que ha desaparecido- no hay quien luche porque te quedas sorda, ciega y contra el mundo, en el que ya se sabe que no renovarse es morir. 
- Aquí, sola...
- Siento decirte esto, de lo que también me acusarás; pero no te lo diría si no me preocupase por ti. No caigas en la idolatría del dolor. Acuérdate de Boscán: "Tristeza, pues yo soy tuyo, / tú no dejes de ser mía...". Siendo tan comprensiva con los demás, ¿cómo eres tan masoquista, y obtusa contigo misma?
- Sola, sin una llamada ...
- Peor que sufrir por lo inevitable es empeñarse en crear el propio sufrimiento. Nada puedo contra eso. Nadie, sino tú, puede dejar de convertir el sufrimiento en una contumacia.