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jueves, 8 de diciembre de 2016

Respuestas desde la SEDE, 16 (final): la dicha del artista

Mientras crece la noche...

- ¿Entonces, ¿no es feliz el artista?
- Desde muy joven escribí que "escribir es la prueba definitiva de que vivir no basta": demuestra el fracaso de la existencia, el intento de crear otra menos desdichada.
     La felicidad es un continente que todos buscan y pocos encuentran; pero si existe se llama sosiego, paz íntima, armonía entre lo que perseguimos y lo que conseguimos. Y para eso es preciso haber descubierto quiénes somos, quiénes fuimos, quiénes quisimos y queremos ser. 
   Ahora bien: en este mundo en el que todos necesitamos la autoidentificación, todos somos, por naturaleza, enemigos de todos, puesto que cualquiera puede arrebatarnos la identidad al construir la suya. En arte entendemos tal identidad con el nombre de originalidad, la creación de una huella dactilar artística, pictórica, lírica... el "estilo": y esa búsqueda conduce a una lucha darwínica en la que solo sobrevive quien consigue con su obra hacer olvidar a los otros -por mucho que haya aprendido, y aun devorado, a los demás-. Se trata de matar al padre, de vencer a las hordas literarias, artísticas, vitales de las que somos herederos. 
     En Arte no hay democracia. En verdad, como en todo, no existe el arte; existe el artista: el yo artístico autorial está condenado a un proceso depredador: el asesinato y canibalización del padre como autoafirmación: para sobrevivir siendo el más fuerte, el más auténtico, el más vigente.
Pero insisto: la originalidad no consiste en ser distinto, sino en conseguir un rasgo distintivo. Cuando el autor conquista un yo distintivo y talla su identidad como un diamante, probablemente, sonríe: esa es su breve felicidad. Y ese es el secreto: exorcizar con el Arte las fatalidades de la existencia, como expresé en el poema titulado El secreto:
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