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martes, 11 de abril de 2017

Alrededor del amor,3


Tchaikosky: Romeo y Julieta

5.- El amor es un odio que nos ama.-
Venus, la más hermosa de las diosas, la mujer más deseada por los hombres, era esposa del otro dios, Vulcano, el forjador de los rayos de Júpiter. Mercurio, el dios de los mensajes, precursor del teléfono y el fax, y el correo electrónico, se enamoró de Venus y esta le ofreció su belleza. Vulcano era cornudo y cojo, pero no tonto: debajo de los cuernos tenía una inteligencia perversa y construyó en la forja una cama tramposa que encarceló en medio del coito a los adúlteros: y así los ofreció en público espectáculo a los dioses para escarnio y vergüenza. Pero la historia es otra o hay otra explicación: ¿por qué un ejecutivo como tantos (de ayer, hoy o mañana), embajador de dioses o de “yupis”, admirado de todos, por qué una bella esposa, dueña de las miradas de la envidia, arrostran el peligro de perder sus prestigios y ser avergonzados? ¿Son locos, son estúpidos? Acaso es que no pueden decir, como en su correspondencia dice una enamorada (O. Liricovna), en respuesta a otra solicitud: 
          Mi corazón está ocupado por el de mi amado, mi sexo 
          está lleno del suyo. En ninguno de los dos tiene ya 
          nadie cabida
Porque hay otro motivo para Mercurio y Venus: es que se aman a pesar de su estado social, convencional: es que alientan un frenesí recíproco que, como roca y mar, empuja el viento con furia ineludible y laberíntica: y el corazón empuja a la razón y la desplaza y los cuerpos se chocan porque se unen las mentes y lo demás no existe. Y cuando vuelve a existir lo que siempre existió, el cuerpo cotidiano al que también se ama, la exacta compañía, la sabia pulpa del doméstico amor, nadie puede matar lo ya vivido, arrepiéntanse o no los raciocinios: el corazón redime en la memoria su experiencia. Y yo entiendo esa historia. Y el lector la comprende. Simplemente porque ambos la sentimos como propia. Incluso si también la controlamos en sus emociones y en su práctica.      
         Lo que sintieron Venus y Mercurio lo sabe quien ha amado. A la pregunta ¿Qué cosa es el amor? se ha respondido demasiado y se continuará con las preguntas y respuestas, porque hay cosas en el hombre y la mujer cuya experiencia es imposible transmitir. En un “Romance de la bella Inés” se dice: 
                  Inés, me pregunta Amor 
                  por qué tan firme os adoro. 
                  Yo no sé lo que tenéis 
                  y tenéis el qué sé yo...  
                  Toda la razón de amaros  
                  está en agradarme vos ... 
                  Yo sé, Inés, que sois mi vida,  
                  y no sé por qué lo sois, 
                  que es buscar razón al gusto  
                  muy golosa discreción... 
El texto sigue, lejos de explicaciones, haciendo un retrato de las gracias de Inés, como únicas razones del amor engendrado. En otro plano del amor, el misticismo, es Juan de Yepes quien define nuevamente el amor como algo indefinible: un no sé qué que queda balbuciendo. El popular Zorrilla, tan amante y tenorio, cuenta que no cortejaba a su novia con versos que quizá ella no entendería y que él no sabría condimentar con la indefinibilidad del amor, su sentimiento, sino que le gritaba, para que no hubiera duda de la profundidad con que sentía: ¡Te amo como un burro! Otros muchos atisbadores del enamoramiento lo definen tan racionalmente mal y con tanta indefinición como tan bien debieron de sentirlo: Lope dice del amor que Llama tan dulce y hermosa / me da vida y me da muerte. Y en tal concepto del padecer feliz insiste en un conocido soneto sobre los efectos del amor:
        Desmayarse, atreverse, estar furioso, 
        áspero, tierno, liberal, esquivo, 
        alentado, mortal, difunto, vivo, 
        leal, traidor, cobarde y animoso. 
        No hallar, fuera del bien, centro y reposo, 
        mostrarse alegre, triste, humilde, altivo, 
        enojado, valiente, fugitivo, 
        satisfecho, ofendido, receloso. 
        Huir el rostro al claro desengaño, 
        beber veneno por licor suave,  
        olvidar el provecho, amar el daño. 
        Creer que un cielo en un infierno cabe, 
        dar la vida y el alma a un desengaño:  
        eso es amor, quien lo probó lo sabe.
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