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viernes, 25 de mayo de 2012

Libros recibidos (VI): Francisco Javier Díez de Revenga


Lope / Toldrá / Montiel: Madre, unos ojuelos vi...


       En estos siglos de siglas complacientes con lo efímero, lo banal y alienante, es grato constatar que todavía hay quienes tratan de acercar los poemas esenciales al lector, acosado por bulímicos libros y acostumbrado a lecturas anoréxicas. Más jubiloso resulta el hecho si quienes así se comprometen muestran un cabal conocimiento de la Literatura, y su profesión es la docencia, y no solo saben sino que saben enseñar lo que saben -que es lo difícil-.
      Esto es lo que se deduce de "Didáctica del texto literario", de Francisco Javier Díez de Revenga, libro concebido desde las aulas y a ellas dirigido, y válido para cualquier lector que quiera apreciar algo más que palabras hacinadas por la pluma. Bien es verdad -me temo- que la conquista de la educación y la cultura social es una empresa perdida hace ya mucho tiempo: como en el Bradbury de Fahrenheit 451, los amantes de cualquier tipo de escritura digna de ser legada verán pronto reducida su biblioteca al deseo de tenerla. (Pulsar >> Estupidizarnos, inteligenciarnos.
       En este volumen se nos aproxima a poemas del Siglo de Oro y del XX, más un cuento, uniendo en el comentario académico precisa erudición y amenidad. Lo necesario para descubrir los tesoros de un texto. Pienso, no por azar, que toda antología -también las de la modernidad- debería justificar, además de su criterio selectivo, cada poema con un breve comentario razonador del porqué de la inclusión: para que el lector reconozca sus virtudes y no acepte sin más la gratuidad como estética.  Además: haría ver la invisibilidad del "no sé qué que queda balbuciendo" que hay en toda palabra bien tallada.
     Garcilaso, Lope, Hojeda, Rioja, Carrillo, E. M. de Villegas, Polo de Medina, Solís Ribadeneyra, V. Medina, A. Machado, P. Salinas, J. Guillén, G. Diego, V. Aleixandre, García Lorca, Carmen Conde, M. Hernández, Sánchez Rosillo y Alemán Sainz. 
         Lástima que las erratas den coces a los ojos.