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domingo, 21 de octubre de 2012

100 POEMAS EN UN BLOG (III)

Henze: Fraternidad

















Ediciones Oniria









Colección
INCUNABLES INTERNÉTICOS
TÍTULO QUINTO

100 poemas en un blog

Varios autores

Voluminario Tercero









En esta sección encontrará el lector algunos libros dados a conocer durante los primeros años de la aparición de la imprenta internética (cosa que no garantiza la nobleza de su calidad, como no la tenían muchos de los incunables gutenberguianos). Tal vez valga la pena su edición globerística por el hecho de ser difíciles de hallar en otras bibliotecas. Algunos son tan incunables que permanecen inéditos en cualquier medio que no sea el amanuense, el emailiano o el juglaresco.

No podemos disfrutar todos los libros con los cinco sentidos, pero sí con el sexto, que es el menos común: algunos nacen al margen de los públicos y eso los hace más minoritarios aún, bien por vocación ensimismatoria, bien por amor al arte, bien por misantropía. ¿Y qué editor invertiría en un libro que no fuese, también, un negocio?


La presente impresión es facsimilar del manuscrito de la mente, y consta de tantos ejemplares como el lector tenga a bien decidirse a ojear -siempre en edición princeps-.

Contra lo establecido por la Ley del Dinero, autor y editor conceden el permiso necesario para que el libro pueda ser copiado, convertido en pdf y transferido a cualquier lector electrónico.

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100 poemas en un blog

Volumen Tercero

Copyright: Los autores
Incunables Internéticos Editores
ISBN: Mientras mi vida fluye hacia la muerte
Printed en el Universo Globario

Eternidad Primera, S/N


Permitidas todas las reproducciones





100 poemas 
inéditos, algunos escritos para este blog. Eso es lo que tienen en común los aquí recogidos: ser una muestra de lo que se está escribiendo. Si aquí los traigo es porque creo que un blog es la única publicación que puede mostrar lo mejorable o desechable, y servir, por tanto, de borrador, cosa que no ocurre en la edición papirofléxica. Por eso no pretenden suplantar la lectura de otros de renovados méritos. 
En realidad, hay tan escasa escritura digna que sobramos casi todos. Aunque esa verdad solo debe ser un aliciente para limitar nuestras publicaciones.

He aquí 27 de esos poemas
(Para ir a la publicación original, pulsar sobre los autores en el Índice)



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Miguel L. Mula Soler


              El abrazo la herida



En Lisboa,
cuando llueve,
hay una ventana
muy limpia
que da al río que da al mar
y una plaza sin fuente ni estatua.
Tras los cristales,
en penumbra,
dos amantes se abrazan
en penumbra,
tras los cristales
y una plaza sin fuente ni estatua
que da al río que da al mar.
Muy limpia,
hay una ventana,
cuando llueve,
en Lisboa.





7

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Pilar Duet

DIAPASÓN

Uno

No hay más hermoso adiós que aquel que deja
un cuerpo en otro cuerpo.
El alma siente el resplandor desnudo
de la carne tremante.
Brilla la oscuridad y transparentan
sus enigmas las sombras.
El fragor de los sexos ilumina
con diamantes y estrellas
el laberinto de la plenitud.
Y todo es melodioso.


Dos

Asomada a tus ojos miro el cielo
oscuro y transparente, donde yacen
terciopelos, diamantes, armonías.
Abrazo tu cintura y los jazmines
perfuman mi dolor y lo transforman
en suavidad y lasitud: en júbilo.
Si me acerco a tu cuerpo toco a Dios
y a través de la carne llego al alma.




8

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M. Ángeles Pérez López


La mujer inventa el mundo y es azul.
Parece cotidiano en su simpleza,
su límpida canción de los objetos
en la materia sola y reservada
con que se inicia el tiempo y el ritual
del té que abre su aroma en los pesares
y cancela la historia, los rigores,
los campamentos rojos de la ira.

La mujer inventa el mundo y es azul.
El cruel temperamento del granito
desarma sus moluscos, los espejos
de la roca que se hace maleable
y vuelve migazón las convicciones,
tobillo tan flexible como el agua
que rota sobre sí su levedad.
Y el azul no es del boli de la infancia,
del bic y su costumbre en el oído
sino la sangre entera y persistente
que cosió las alfombras, los pañuelos,
las melfas, las zozobras y caftanes
con flores que olvidaron el cobalto
en su estallido azul contra la muerte;
la misma sangre firme que circula
como un cordón por cosas y personas
atándolas al viento y sus finezas.
Cortesías de apego y de intemperie.





9

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Carmel Cashels

ELISABETH BARRETT


Los ojos sobre el libro, 
y el corazón soñando, 
escucha el crepitar 
del fuego, que levanta 
imágenes sonoras, 
palabras encendidas 
hasta el sitial del vértigo.
Dibujos entre el humo, 
visiones en el alma 
mientras la mano mueve 
las páginas hermosas, 
el aroma del tiempo 
en que una pluma supo 
dar vida a una verdad.
Lejos, el mar voltea 
también la verde página 
de su oscuro oleaje, 
editando en el viento 
rumores de aventuras 
cuyos ecos resuenan 
en la pequeña estancia 
donde todos los días 
son iguales, igual 
que un navío varado 
en un mínimo estanque.
Quién pudiera correr 
en busca de otras islas, 
dormir bajo el silencio 
del cielo constelado, 
o bajo la tormenta 
de la espada y la lluvia, 
hasta caer exhausta 
después de haber vencido
a la piratería 
o al leviatán terrible;
quién pudiera tener
el cuerpo roto y sucio 
de trabajar la tierra, 
en vez de la piel blanca
y la mano hábil solo 
para esgrimir la pluma 
con la que trazar versos 
silenciosos y oscuros.
Triste felicidad 
amar lo que se tiene 
sin tener lo que se ama.
El corazón sonoro 
brinca con la lectura 
y llora cuando escribe;
porque el libro no puede 
sustituir la vida.




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 Antonio Méndez Rubio


 ZERKALO

         Vivid en la casa y la casa existirá.
                                     Arseni Tarkovski

No hay ni eco…
Pero ¿cómo se puede
afirmar que no había nada
más que olvidar cuando
eso mismo,
hecho posible sin don,
es todo lo que nos falta?
Ya ves… ¡Ve, abre! Mira:
si las nubes se retuercen
despacio, de ese modo, es que su soledad
nos acompaña mientras
nos descalzamos una y otra vez
saliendo
de esa evidencia,
de otras preguntas para que
les salga vapor de dentro: hasta
que se abra el cielo.





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 Juan Ramón Barat


NOCHE DE VERANO

Una vez, siendo niño, le pregunté a mi padre
a dónde van los hombres cuando mueren.
Era una hermosa noche de verano.
Estábamos sentados a la puerta
de la casa en dos sillas
de anea y contemplábamos el cielo.
El aire nos traía dulcemente
el olor del jazmín.
Mi padre me miró con ojos bondadosos
y tras breve silencio me explicó
que la muerte no existe y que los hombres
acaban transformándose en estrellas
que brillan en el cielo.
Cuando me hice mayor y consulté los libros
descubrí con sorpresa
que la luz de los astros no es eterna,
que también su existencia se consume
con el paso del tiempo.
Ya hace muchos años que mi padre murió.
Hoy quisiera tenerlo junto a mí,
igual que aquella noche, y poder formularle
la pregunta obsesiva que me hago
al mirar hacia el cielo
en mi silla de anea solitaria:
¿a dónde van los astros cuando mueren?




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Juan Manuel Rodríguez Tobal


Aprendimos las piedras.
Aquella infinitud
cabía en unas manos.

Amábamos las cosas pasajeras
con la alegría torpe de las bestias pequeñas.

Al despertar, desnudos,
sentíamos su peso en nuestro vientre.

Nos hacía mamá
limpios de corazón.


 *****


Veíamos crecer el fuego entre sus manos.
Era hermoso decir adiós al fuego
como si nunca el fuego fuera a volver a casa.
Era hermoso no arder, no iluminar
con nuestra llama el aire:
era la piedra de la soledad.

Entonces sí era hermoso no saber
ninguna de las formas de la misericordia
para darnos calor.






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Francisco Gálvez

OTRA VEZ  LITERATURA                                 


I
Auster no dispone de las reliquias de Europa
pero es rabiosamente antiguo aunque nunca lo piensa.
Lleva la emoción con pinzas de relojero
y con la rapidez de un fotograma. A veces se desdobla
entre la hierba en la distancia de altos edificios
o escribe de lo que todos hablamos, de extremo a extremo,
y la palabra en mitad de una calle, señal de cómo somos,
formas de sentir a diario. Una mujer en la oscuridad
y otra bajo la luz de una farola, las dos esperan
a que llegue el día. El agua sobrepasa a la verdina
y las piedras señalan un lugar. Y Manhattan ya tiene pasado
y no está huérfana, hoy no espera al viejo mundo,
ya tiene ese universo tan nuestro y tan suyo.

II
En nada se parece al poeta que todos esperan
y se llama Anselmo. No lleva móvil ni donde dejarle recado.
Por las calles de la ciudad camina entre árboles
y gente en silencio, a todos sonríe,
entre veladores de las cafeterías busca a sus posibles lectores
y deja un ramillete de poemas sobre las mesas,
no habla ni pide nada. La ciudad le tiene aprecio,
lleva una guitarra que nunca toca. Los poemas son buenos,
se los compro sin gesto académico -somos amigos, hablo con él,
escucho su poética- Cuando termina la ronda recorre el camino
de vuelta, algún diálogo si le hablan, y casi siempre se marcha
sin apenas nada. Esa libertad se permite. Ayer a un poeta quieto
le han dado el premio nacional al fomento de la lectura.





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Antonio Aguilar Rodríguez



14_lista de comidas para la semana


El lunes te meriendo,
te ceno el martes,
el miércoles rebaño
tu cuerpo con mis dedos,
el jueves te relamo,
el viernes muerdo tu mentón
como una fresa,
y el sábado devoro
constelaciones de lunares
en tu cintura.

Tan sólo ya nos queda
decidir en qué lado de la cama
desayunamos el domingo.






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José Cantero

Mulier in love 



Como si el alba abriese su pecho y de él brotaran
palomas encendidas que nublasen el cielo, 
sentí mi corazón tremular mis entrañas 
y hundirse en él la lanza de un gigante de oro,
verdugo de mi carne y amante de mi espíritu.
El dolor y el amor fueron entrelazándose,
y la pasión serena abrió un bosque de gozos 
soñados siempre y nunca conseguidos. El pálpito, 
como un caos naciente, abrió un nuevo universo 
íntimo e infinito. Los colores, las músicas, 
los mares de la sangre y los glóbulos del alma 
estallaban gimiendo madrigales, cantando 
júbilos y motetes que desgranaban luz
y pusieron mis ojos ante un rostro de bruma 
cenital e invisible que era todos los rostros 
y todos los enigmas. Se comprimió el espacio 
en un solo latido, y el tiempo abrió su forma 
en una sola imagen. Fulminada, caí
en un prado solemne donde causas y efectos, 
sin orden sucesivo, abrazaban las aves, 
las estrellas, el polen, y los sentidos eran 
un magma entretejido de orden y confusión, 
de plenitud y abismo. La estancia ardió de pronto 
y era el mundo un bajel ubicuo y constelado 
naufragando en la isla donde la muerte es vida 
y todo se desvela como si nunca hubiese 
existido el misterio.






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Diego Torres

DESCRIPCIÓN DE LA BATALLA


La flecha hiende el ojo que el escudo
no ha podido ocultar, y un borbotón
de sangre mancha el rostro, permitiendo
que la lanza penetre el pecho. Caen
los hombres en la tierra. Los caballos
arrastran sus jinetes, ya cadáveres
trizados por los cascos. Las espadas
acusan el cansancio, pero siguen
sajando, desmembrando. Piernas, brazos
yacen en la verdumbre. El fiero sol
también es un puñal; brilla en el aire
y fulge en las corazas. Los ejércitos,
como dos pedernales, se golpean
hasta encender la hoguera de la muerte,
que recoge los cuerpos y transforma
el campo de batalla en cementerio.





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Rubén Martín Díaz


Si algo te asombra, entra. No declines
estar
en eso que deseas.

No lo mires. Contempla. Date a ello.
Ten por seguro
que habrá estado esperándote
antes de que llegaras.

Si el bosque te respira,
abre el pulmón. Sé árbol.

Si la piedra entorpece tu camino,
entonces cógela,
hazte piedra en tu mano
y prolonga tu cuerpo en la distancia
cuando la arrojes.

Si es la isla que te observa desde lejos,
piénsate en ella;
                             incluso el agua cambia
todos sus átomos
llegada al barro que limita
la orilla.

                Si es la llama
que vertebra la bóveda del aire,
crece en el fuego. Cumple sus designios.

Si el animal se asusta,
entra en su miedo. Dale paz. No vayas
tras él.

              Y si es la luz
que unta de otoños este mirador
desde el que observas,
                                      déjala cruzar
tu cuerpo

y que en él se ilumine con justicia.





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Diana Boucher

EL BUSCÓN DE SU DESHONRA


En un lugar, que puede ser cualquiera 
porque en todos ocurre que el amor 
manda en hombres y hembras, sucedió 
que había dos amigos, tan fraternos 
que todo era de ambos. Uno de ellos 
se enamoró de una mujer hermosa 
y se casó con ella; y fue feliz.
Pero Anselmo -porque este era su nombre-
empezó a sentir pronto la desdicha 
de no ver con la misma asiduidad 
a su amigo Lotario; y aunque este 
le explicó que en el dos no cabe el tres, 
hubo, ante el mucho ruego y pertinacia, 
de seguir visitando a los casados 
como si no lo fueran.
               Tanto Anselmo
insistió en que las gentes no importaban, 
ni sus habladurías -y además,
que el amor de su esposa era imbatible 
y su fidelidad a toda prueba-, 
que Lotario no pudo decir no 
a las insensateces de su amigo, 
ya empeñado en probar con claros hechos 
el honor inmutable de Camila.
Y así, la visitaba el buen Lotario,
y hasta la requería y requebraba 
con requiebros que el propio esposo urdía 
y ya había olvidado repetir.
En fin: pues que la dama, tras negarse 
una vez y diez veces, a la onceava 
prefirió a quien de tanto amor le hablaba;
y obedeciendo a su esposo
-aunque este nunca lo supo-
entró al su amigo en su  cama
y lo tomó por amante.
Que es de vidrio la mujer 
-el hombre no le va en zaga-
y no se debe probar
si se puede o no quebrar,
pues se pudiera romper.





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Pedro Abelardo

MADRIGAL


                    Si yo fuera un poeta
                    de la estirpe de Dante o de Petrarca,
                    y pudieras creerme, te diría:
                    Para mí son más bellas tus palabras
                    que todo el universo constelado,
                    y prefiero tu risa
                    al cascabel que irradian las estrellas.
                    No hay más materia que la de tu cuerpo
                    ni más alma que la de nuestro amor.
                    Ni siquiera los dioses
                    tuvieron tanta dicha.
                    Soy la felicidad cuando me abrazas.





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Francisco Caro

bosque


Las desgajadas, secas.
El hombre mira
bien que estén secas.
El haz crece, su brazo. Sólo busca
calor y las recoge. No todas,
él las prefiere
primero débiles,
han de
      prender la lumbre, el temblor
de la llama que inicie, bien lo sabe
luego, las recias.
Su cuidado procura, cada noche,
sostén al fuego. Aún
ignora si las brasas
que pudieran salvarle
llegarán. Al final, cuando los hielos fuertes,
con los odios más fuertes.
Con paciencia recoge
-igual que hiciera ayer,
lo mismo que mañana- como si fueran leña
palabras en el bosque. Tiene frío y está
despidiendo la vida.
                         







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Javier Lostalé

DESNUDO

Tu desnudo tiene la quietud
de una rosa antes del amanecer.
Abandonado en el límite
de la ausencia más pura
emite una luz
en la que entera leo mi vida
sin alterar el secreto de la tuya,
pues quien así se entrega
es sólo ascensión sin tacto,
eternidad de lengua absuelta.
Nadie habite entonces la flotación dormida del amante
hasta que su corazón desborde
y se produzca el bautismo del mundo.
No hay conquista en tu desnudo,
sino postrimería en revelación
pues principio y fin en él se anudan.
Si me inclino sobre su oscilante cristal de llama
escucho un fulgor de palabras primeras
que me reúne con todo lo amado hasta llegar a ti,
y callo cuanto supe
para reiniciar contigo el tiempo.
Es tu desnudo destino
donde se fecundan aurora y atardecer,
y lo que el pensamiento toca
germina consumación.
No hay en ti desnudo
sino tiempo y espacio en suspensión,
honda sombra con pulso
en la que no dejo de nacer. 






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 Francisco Alba

SOLDADO


Iba masticando un trozo de carne que no quería comer.
Buscaba cómo deshacerme de él.
Mugía el toro de Falaris dentro de mi cabeza española.
Me dieron de baja en la Seguridad Social.
Al lado había unos rusos. Me aparté para tirar
el bolo de carne y entonces un ruso acercó un platillo.
Se parecía a un árbol muy pobre que conocí.
Metí mis entrañas dentro de un armario de trajes de lujo.
El ruso estiró el brazo creyendo que le daba una limosna:
lo que dejé en su mano fue el trozo de carne. 
Yo era un soldado alemán. Ellos querían vengarse
por el insulto y me buscaban. Pero había un crematorio.







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Miguel Heredia

AMISTAD

Acosado en mitad de la existencia 
por la espada de la mortalidad,
persigue el corazón una deidad
que apacigüe el dolor de la conciencia.

Desengañado, el hombre ve en la ciencia
otro dios que mitigue su orfandad.
Mas, prisionero de su soledad,
mira a la muerte al fin con indolencia.

Ha buscado en los cielos y en la tierra,
pero no entre los hombres; ha olvidado
el sentimiento de fraternidad.

Solo encuentra la paz en tanta guerra
-la cósmica acechanza, el sino airado- 
aquel que se refugia en la amistad.






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Alfonso Pascal Ros


CASI NADA HE SABIDO DESDE ENTONCES


Casi nada he sabido desde entonces.
Hablo de aquellos trazos de cartilla
de niño y letras grandes, pocos libros,
y padre preocupado por la vida.
En nada diferentes a los otros,
hablo de que era un niño todavía.
Mejor no saber nada de las cosas
de la calle y volver a la cocina
a que madre me tome la lección,
la eme con la a de carrerilla.
Poco más he aprendido desde entonces
que no sea empeorar caligrafías.







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José Cereijo


Una de las razones
que hacen grato el silencio, a cierta edad,
es que es el ámbito de los que se fueron.
Su voz, íntima y tenue, no puede oírse
en mitad del ruido continuo de las cosas; que, además,
es abusivo e irrespetuoso
para la calma, la soñadora delicadeza
en que les gusta vivir. (Quizá no se han repuesto
del todo de la muerte;
quizá uno no se repone nunca de algo así).
En cualquier caso, el silencio es su patria.
Es allí, sin palabras, donde uno puede tener
la esperanza de encontrarlos. Y vale la pena. Son una compañía
paciente y comprensiva,
y saben mucho, muchísimo (la muerte
es una gran escuela). Su visita
nos deja serenamente enriquecidos, aunque a veces
no sepamos muy bien cómo. (No importa).
Uno se acostumbra a distinguir
a quienes están habituados a ese trato; hay en ellos
esa misma delicadeza, esa sabiduría,
que sólo en él pueden aprenderse. Hasta el punto
de que las otras compañías se nos hacen, a veces,
algo superficiales. Es como si no hubieran aprendido
a darse cuenta, aún, de ciertas cosas.






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José Luis Campal

XXXIX

Nos puede, y dejamos que se imponga,
una torrentera de abrazos
surfeando los apetitos inabarcables
del presente que no cesa.
Cuando las bocas galopan infatigables
esas playas de oro
que nos acarician bajo las estrellas,
nos deleitamos en los pliegues de la memoria
hecha certeza y consumación.


XL

De nuestros cuerpos vaciándose
recordamos cada mañana
los ardientes cánticos
que fulgían en las miradas
como hierba recién cortada,
embriagando las confidencias,
envolviéndonos en locos deseos
más parecidos que nada
a la vida por la que suspiramos
en los años de extravío.







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Eduardo Lastres


El cielo tristemente se va de vacaciones
cada vez que quiero verte inundada de sol
y de agua y de sonrisas.
Qué bello ese aliento de ola
surcando las arenas
que lamen tu recuerdo. Qué silenciosa la noche
tan cargada de ti, tan solitaria,
que no recuerdo ya el sabor del aire
que respirabas, incluso, si morías
de amor en el tejido de tus cabellos,
ligeramente negros.







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Ada Soriano

LA GRAN MADRE

         A la memoria de Concepción Muñoz Samper,
                                                  mi abuela materna.

                                Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
                                Al primer muerto nunca lo olvidamos,
                                aunque muera de rayo, tan aprisa
                                que no alcance la cama ni los óleos.
                                                                      Octavio Paz


Me acerqué a la casa donde antaño vivías
y no hallé puerta ni ventanas.
Ni un solo resquicio por donde asomarme.
Sólo quería contemplar la escalinata
por donde subías y bajabas.
No estos muros de cemento
como la losa que te cubre.
No el lugar donde descansas
sin poder cruzar contigo una palabra.
No este paraje desolado
donde los sauces enfilados anochecen
el angosto camino,
donde las flores, sedientas de piedad,
agonizan a la caída del sol.
Han pasado tantos, tantos años.
De tu hogar, antes cálido y alegre,
sólo queda un recinto donde se aúnan
la frialdad y la tristeza.
Sé que pronto caerá tu casa
con el ruido cruel
de la máquina del hombre.
Edificarán, edificarán
por encima de nuestros recuerdos.
Han de temblar los cimientos
con una agitación incontenible
como temblaron en su día
los corazones de los que te aman.
Pero ni la densidad del muro
ni el poder del hierro afilado
podrán ahuyentar de mi memoria
la armonía de tu semblante:
tu imagen contradictoria
de mujer que reía conteniendo a la vez
un gesto de amargura.
Se ha instalado en mí una huella
de la cual no puedo evadirme
porque la humanidad y la fortaleza
que de ti emanaban
lograron que la soledad
no fuese un comienzo azaroso
sino un final, una victoria
en la lucha por la vida.







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Juan Antonio Díaz de Lope


Las almendritas
en su laberinto
no conocen
el camino.

                     Allí arriba,
                     solas,
                     la luz las dora.

Las almendritas
(allá en lo alto)
¡son tan pequeñas!

En el invierno
con flores sueñan.

Las almendritas
esperan,
y esperando
se quedan quietas.

Las almendritas
no tienen frío,
lucen su capa
para el rocío.

Las almendritas
ya no están solas:
¡una flor blanca
ya les asoma!






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Ignacio Fernández Perandones



PERSISTENCIA


 

Atento a la cerilla
que unos dedos dejaron
al borde del camino
apagada en la piedra.

Varilla diminuta
olvidada y concisa.
Terca raya escondida
en el centro de nada.

Evocación de llama
que pudo iluminar.
Anhelo recortado
hasta llamarse nada.

Segmento de la vida
que prende y que se inclina
como un mástil caído
en brevísimo lance.

Pero persiste y dura
con su gris “todavía”
en medio de una tarde
asombrada de serlo.

Desierta ya de tiempo,
sólo nos dice: “soy”,
sin nada que añadir
a su pura existencia.





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Daniel Aldaya

EJECUTIVO DEL AÑO SEGÚN THE NEW YORK TIMES


Yo era un ejecutivo de sonrisa fácil, juventud eterna,
gomina y mano dura, con bastante fama dentro del gremio.
Él un obrero de la compañía, sección quince.
No me tembló el pulso, la voz, al comunicarle
un despido tan improcedente como necesario.
De mi boca salieron decenas de excusas
y reducciones de plantilla
(ahora no entiendo tanta excusa
ni el aumento posterior de plantilla),
pero tenía ganas de liquidar el asunto
y dar carpetazo al expediente y finiquito.
Me felicitaron los jefes, fui nombrado
Ejecutivo del año por mi labor agresiva, creativa
y económica al frente de la empresa,
con beneficios bajo el brazo, saldo favorable
en el presente ejercicio.
Pero coincidí a la salida del cine
con el susodicho padre de familia (horror, en la misma sala)
y respectiva, mis hijos coincidieron en la Universidad
de Columbia con los suyos, mi mujer con la suya en unos 
                                                                                   / cursos
de autodefensa y, años después, coincidimos
en la misma cola del paro, donde unos ejecutivos de sonrisa
fácil, más jóvenes, gomina y mano dura
habían tenido a bien confiarme.







32

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Manuel Valero Gómez 

           Y aunque buscas a Dios,
a Dios maldices
         Francisco Alonso Ruiz


La noche temblaba en la boca de Dios
y desde sus entrañas
                                      ocupaba
la risa, el mercado,
los cafés, el silencio, la vida

Una noche, como ésta,
plomiza y rota,
desde los pulmones del campanario
hasta la esquina
                           de sangre derramada

Porque la noche es más que una boca,
la noche es un cuerpo
                                         enfermo de sueño,
la noche persiste honda,
la noche des
                         cien
                                  de por su pereza
hasta los albañales,
hasta nuestro salón de nieve,
hasta la pérfida y remota alcoba
que por el cansancio nos conoce

Y allí,
        ante nosotros la noche huérfana
que temblaba y tiembla
en su redondo tedio
contra la ciudad:
                              ¡refugio de lluvia, llanto y vidriera!

La noche es un monstruo
                                              de hambre
desgarrado en unos labios,
en la acera del tiempo
un cuerpo en sus soledades
                              desgarrado
dejando para sí mismo
su propio cuerpo
hasta no ser otra cosa que la noche

La noche temblaba en la boca de Dios
y en la Iglesia, la sierra y el río
rumor de Muerte
                                 habitaba su morada
                                    sobre los jazmines











33


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