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sábado, 5 de enero de 2013

Libros recibidos (XVII): Carlos Fenoll

Haendel: Música para fuegos de artificio

Carlos Fenoll: Antología comentada
Ayuntamiento de Orihuela

Hace un par de eternidades garabateé un poemilla que -por suerte- se habrá perdido. Sin embargo, recuerdo una paradoja que decía algo así como "... oh poeta: / te impidieron vivir porque eras la poesía / y no morirás nunca por ser verso". Se me horripilan las meninges al memoriar tal engendro.

Pero lo traigo a cuento porque la muerte es una cátedra que predica hipérboles sobre la vida: de los muertos, claro. Parece como si los hombres necesitaran coronar a quienes repudiaron para autoperdonarse. Y en esa piedad tan despiadada se cometen las mismas injusticias. Centenarios, homenajes, grandes bacanales y opíparas memorias para quien murió de hambre de pan o glorificación. A veces, incluso para quien prefirió el olvido porque se sabía indigno del recuerdo.

Este libro es una peculiar y chovinista muestra de ello: un conjunto de plumas muy dispares, ágiles unas y otras verborreicas, seguramente desconocidas entre sí, elogia, comenta, digresiona... y finalmente inventa un poeta que nunca existió y del que solo quedan algunos versos que él mismo desechaba. 
"...lástima grande / que no sea verdad tanta mentira", que decía Argensola
A un hombre puede robársele todo: menos su íntima voluntad.

Lo único destacable: el esfuerzo del antólogo, José Luis Zerónque cumple con la misión de salvar al náufrago. Mejor empresa debieran haberle encomendado: lo cual recuerda aquello del Mio Cid: "¡Dios, qué buen vasallo si oviesse buen señor!".