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martes, 17 de septiembre de 2013

Pinos de Roma



He ahí los pinos de Roma contemplando el ejército imperial romano a su paso por la Vía Apia: el estruendo de su trompetería y sus tambores, la marcialidad de los soldados al pisar el mundo al que han vencido con su espada cesárea, el ritmo trepidante y el vértigo de ser conquistadores magnos:


Ese furioso estrépito retrata la alquimia sonora de la orquesta colorista de Respighi, en un crescendo inamovible a la par que trepante en quien escucha. Pocos obstinatos desplegables por la instrumentación hay, después del crescendo del Tristán, y antes del bolero raveliano.

Semejante a un fantasma que despertase del pasado, lentamente parece surgir de la tierra un fragor que se eleva y avanza como si un gigante apresado se fuera liberando milímetro a milímetro y arrastrase con él la invisible cadena hasta romperla en su bramar final:


Este es el cuarto cuadro del  poema sinfónico. Escuchemos ahora la obra completa: