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viernes, 21 de febrero de 2014

Un poema de Carlos Alcorta (Antología, CLVIII. Segunda Serie)


EL CONTORNO DEL VASO 

Orientada al sudeste, en las primeras 
horas de la mañana un sol esquivo 
que se cuela entre setos verdecidos 
anormalmente, apenas zarandeados 
por arbitrarias rachas 
de aire marino que resultan 
insuficientes para izar las velas 
de barcos fondeados en la rada, 
repta por la ventana entreabierta 
de la cocina aún en la penumbra; 
un sol que deposita en la encimera, 
invadida por restos de la cena 
y vajilla grasienta, el esplendor 
de un cielo anaranjado que comienzan 
a surcar nubes y tempranos pájaros. 
Me he levantado a tiempo para regocijarme 
con los colores audazmente 
disueltos entre sombras, 
más apropiados en una pinacoteca 
que en los fogones de mi domicilio. 
Tú duermes, contrariada por esa adversidad 
que no crees merecer, con las extremidades 
enmarañadas sobre la sumisa 
almohada esponjosa en el balasto 
del sueño y escucho tu respiración 
irregular, profunda, igual que si surgiera 
del terreno arenoso un surtidor obstruido, 
y contemplo la luz reciente acariciando 
el cristal fileteado con la delicadeza 
flotante de una mariposa, soy 
testigo de la ofensa que su triunfo 
diurno inflige en tejidos y cerámicas 
esmaltadas, un triunfo que se extiende 
por las frías paredes hasta llenar el vaso, 
antes vacío, de una sustancia evanescente, 
mientras en la terraza se disipa, 
como una emanación, ese rocío 
milagroso que nace de la aurora, 
y en el cenit de su desmembramiento 
pespuntea las frágiles costuras 
de tu cuerpo vencido por la fiebre 
de un gozo que es ahora 
ausencia revelada, un gozo irrenunciable 
que me empuja a confiar en lo que no 
veo, porque dio el vaso, el recipiente 
forma a lo indefinido, y sólo cuando vuelve 
la noche a su dominio y siento 
cerca, en la oscuridad de los sentidos, 
esa espontánea maduración 
de las cosas, me siento capaz de perseguir 
-en el rastro de orín, de los adioses 
que tras de sí deja la luz ausente 
entre constelaciones sometidas 
al orden severo del universo - 
esa mitad de mí que me completa. 
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