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domingo, 9 de agosto de 2015

Elogio de la pluma

Debussy: La catedral sumergida

Quién supiera cantar las excelencias 
de la página escrita, caudalosa 
en claros y fecundos sortilegios. 
Qué admirables aquellos que dedican 
su existencia a leer y reescribir 
la verdad tantas veces mutilada. 
Ved al autor: la pluma pensativa 
traduciendo a palabras cuanto sabe; 
y observad al lector, transfigurándose 
cada vez que abre un libro en una página 
en la que el mundo escribe su aventura.
Los ojos sorben la palabra fértil, 
el oído interior le pone música, 
la mano se extasía con el tacto 
y la mente comprende el paraíso. 
En un libro retumban los orígenes, 
el canto de los pájaros, la piedra, 
el menhir y la lluvia, los océanos 
constelados del cielo, los enigmas 
y su desciframiento, el manantial, 
la identidad del hombre y la memoria 
del mundo: la existencia innumerable 
que resucita en la posteridad. 
En ella está el pasado, y el futuro, 
y en ella late ya la raza cósmica 
con letras de diamante y simetría. 
Estamos hechos de insaciables ansias 
de trascendencia e inmortalidad: 
y solo el libro es la reencarnación 
de nuestros atavismos y esperanzas.