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lunes, 26 de diciembre de 2016

La voluntad hímnica: Oda

Bach: Golberg, aria




Varias veces me he preguntado por qué algunos lectores me llaman la atención sobre el poema que adjunto -de Devastaciones, sueños-, calificándolo de "luminoso". Y, como no leo mi propia escritura una vez publicada, no he considerado lo que ahora considero: que el texto no habla solo de algo cotidiano y efímero, como es la celebración de una frugal comida de frutas; al detenerme ahora en la lectura, siento que, por inercia de mi automatismo, acabé el poema trascendiendo lo superficial; y eso es lo que importa: que incluso en lo destinado a la muerte -los despojos del ágape- hay indicios de eternidad, y por lo tanto una resurrección o transfiguración de cuanto existe, que, igual a un inexorable efecto dominó, convierte su materia en carne cósmica. 

Oda


Qué aromada belleza la del fruto
abierto en tajos o racimos, puesto
su relámpago dulce ante los ojos,
gozosos entre tanta algarabía
de sabor y color, y complacencia.
Uvas y fresas, nectarinas, moras,
sandías y manzanas, piñas, higos
y dátiles: un bosque de placeres
conjurados en el empeño amable
de alegrar los sentidos. Sorbo el fresco
fulgor de sus delicias; dejo el tacto
fluir desde mi boca hasta el más puro
deleite de mi carne;
y en ese instante el orden rige el mundo
y la existencia, frágil, se alboroza.

El ágape acabado,
¿acabó la frugal felicidad?
Sobre la tierra quedan los despojos
al amparo del sol y de la lluvia:
breves semillas que serán raíces
de árboles nuevos y de nuevos frutos.
Y considero que también el ave
y el pez fecundarán el mar, la tierra,
como el esplendoroso fruto finge
que su final no es transfiguración;
que, muerto yo, daré luz a una estrella
nacida de mi propia fe en la luz;
y que la muerte nada puede, nunca,
contra el vivir. Que seguirán los astros
muriendo: renaciendo.

En fin: que lo que parece una enumeración frutal, y  sus despojos destinados al pudridero de la vida, es una vaina en cuyo interior se contiene la más luminosa metafísica. No puedo sino admitir que tal discurso ejemplifica mi divisa de trasmutar en himno la elegía.