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domingo, 29 de enero de 2017

Lecturas -tal vez- imprescindibles (35): La pervivencia de lo eterno


Rachmaninov: Las campanas

No conocía la película, ni la novela: Por quién doblan las campanas. La he visto, y la he leído ahora, fragmentariamente, simplemente para comprobar la pervivencia de lo eterno, válgame la redundancia. 
    Y sí. Eterno es el amor como deseo y eterno quien dice eternidades sobre el amor. En este caso, al margen de la anécdota bélica que se narra, lo que importa es la nueva identidad erótica que adquieren dos amantes, su coexistencia en uno solo de ellos, la pervivencia de ambos aunque el uno muera. Recuerdo el verso copartícipe de Lope: "Ir y quedarse, y con quedar partirse", que disuelve al amante y lo hace parte de un todo. 
     Fue Beethoven quien dijo a su Amada lejana: "Mi bien, mi todo"..., aclarando la indisolubilidad síquica de lo que el amor ha unido, como un eco lejano del platonismo que derivó en la popular denominación "media naranja". Wagner, en el diálogo entre Tristán e Isolda, les hace decir: "Yo soy Tristán, ya nunca más Isolda"; "Yo soy Isolda, ya nunca más Tristán". Y ambos, intercambiando su identidad, se funden en un solo espíritu corpóreo.
     Y eso es lo que hace grande esta historia de amor en medio de la guerra que es la novela de Hemingway: toda su grandeza radica en la trasmutación onírica y erótica que gozan -en la película, Ingrid Bergman y Gary Cooper-. Hemingway insiste una y otra vez en ese esencial unitarismo de quienes se aman, hasta que su amor les lleva, investidos quevedianamente, a ser uno solo más allá de la vida: ese juego tan real como vívidamente imposible crea el orgasmo final de los sentidos: el éxtasis del preludio y muerte de Isolda sacude al espectador. El espectador se emociona con tal esplendor y tal conflagración de los sentidos. 
     Claro: Es Beethoven, y es Wagner, y es ese diamante del amor de dos en uno lo que se convierte en único escenario. 
     Añadamos que la cita inicial, que inicia el dramatismo ("no preguntes por quién doblan las campanas; están doblando por ti"), es un poema de John Donne y concluiremos que Hemingway trabajaba con demasiados materiales -no sé si plagiariamente- poco menos que eternos.
     ¿También Hemingway plagiaba o ya era, como se eufemiza ahora, intertextualidad?

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